El sol es fuente de vida. Gracias a él nos desarrollamos correctamente. También las plantas y los animales. Sin embargo, ¡su radiación puede ser nociva para la piel!
Ahora que ya sabes cómo protegerte de los rayos solares, es vital que conozcas los diferentes tipos de radiación solar a los que estamos expuestos. Toda la energía que llega a la tierra se compone principalmente de:
- Rayos Infrarrojos ( IR ): proporcionan sensación de calor y son los responsables de las insolaciones. Aceleran el envejecimiento cutáneo.
- Luz visible: modula las funciones hormonales por su efecto antidepresivo y acelera el envejecimiento de la piel.
- Rayos UVA: penetran a los niveles más profundos de la dermis y son responsables directos del fotoenvejecimiento y corresponsables de los cánceres cutáneos.
- Rayos UVB: gracias a ellos la piel se broncea, penetran a nivel epidérmico y son los causantes directos del daño sobre la piel (eritema calor y cáncer cutáneo).
La piel y el bronceado
El bronceado es la respuesta natural de la piel contra los rayos UV (especialmente los de tipo UVB). Se trata de un mecanismo celular que comienza cuando los rayos UV atraviesan la epidermis, activan los melanocitos y estos fabrican melanina en grandes cantidades. Esta protección natural no es suficiente para prevenir los efectos nocivos del sol, ya que no frena el total de los rayos UV.
Además existen diferentes fototipos de piel que definen nuestra tolerancia frente al sol. Los diferentes fototipos de piel se agrupan siguiendo los criterios de la escala de Fitzpatrick. ¿Aún no conoces el tuyo?
Y ahora que llega el buen tiempo, ¡solo queda que te broncees y consigas una piel saludable!