Después de los orígenes en occidente y el sorprendente papel de la esteticista en China, llegamos a la época de la revolución industrial y científica, donde la cosmética empezaba a parecerse a lo que tenemos ahora.
La fabricación en masa provoca que los productos de belleza dejen de ser un lujo al alcance sólo de las clases más altas y pueda acceder a ellos la clase media, en su época dorada. En Francia y Estados Unidos empieza a relacionarse la belleza con la salud, con el estar bien a todos los niveles.
Vuelven los spas, el “irse a tomar las aguas”. Balnearios, perfumes, masajes de belleza, cremas y maquillajes en tocadores preciosamente decorados. De este interés creciente por la belleza surgen algunas de las primeras mujeres empresarias, que luego montarían emporios que aún persisten en nuestra época. En una época eminentemente masculina, ayudaron a demostrar que las mujeres también podían alcanzar el éxito en los negocios. Por ejemplo, Helena Rubinstein, que fundó el primer instituto de belleza y con sus conocimientos de medicina y química fabricaba sus propias cremas.
También podemos mencionar a Elizabeth Arden, pionera de los tratamientos de cuerpo entero, que no se hacían porque se consideraban pecado. También Estée Lauder, o Coco Chanel, que fue la primera en poner de moda una piel suavemente bronceada.
Así llegamos a nuestros días, donde la estética está al alcance de todo el mundo y con una calidad hasta ahora inimaginable. ¿A dónde llegaremos en los próximos años?
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