Los primeros tratamientos estéticos sucedieron mucho antes de lo que podemos pensar. Es de suponer que además de collares de cuentas, plumas y huesos, las mujeres de la antigüedad utilizarían productos cosméticos para destacar su belleza, pero hasta el 5.000 AC no lo sabemos seguro.
La reina Shub-Ad, de Sumeria, guardaba cremas de belleza en cajas de malaquita. En su tumba se encontró una concha con un colorante verde que usaba para maquillarse los ojos. En Babilonia y Egipto se maquillaban hasta los hombres, pintándose los ojos con Khol para reducir el efecto del sol en los ojos, y utilizando gran variedad de colores brillantes.
En Egipto también encontramos la que es probablemente la reina más famosa de la historia, Cleopatra, que como tratamiento cosmético se bañaba en leche de burra, y de forma habitual -como mucha gente en aquella época- usaba aceites para que la piel quedara hidratada y brillante.
Los escritos que dejaron los egipcios sobre el tema de la belleza inspiraron a los griegos y los romanos. En estas dos grandes civilizaciones las mujeres usaban mascarillas, especialmente de miel, y aceites esenciales. Se depilaban con una mezcla de miel y cera de forma similar a como se hace hoy en día. Había tratamientos para todo, desde revitalizar la piel hasta evitar la caída del pecho.
Además, a los griegos les debemos los primeros spas (salut per aqua), donde la gente iba a “tomar las aguas” y lo más importante era la salud y la belleza. Esto se extendió luego a las termas romanas, donde podías disfrutar de masajes, baños de agua fría y caliente, etc.
Es decir: hace 3.000 años ya tenían unos intereses y preocupaciones muy parecidos a los actuales. ¿Quieres saber cómo siguió avanzando? ¡Te lo contamos en la siguiente entrega!