La mascarilla es un formato que nos ayuda a cuidar nuestro aspecto. Sus funciones pueden ser tan variadas como las de cualquier formato de cosmética como cremas, serums o tónicos; y abarca desde usos básicos como el mantenimiento (hidratante, nutritivo, renovador, astringente), la corrección de nuestro aspecto (antiarrugas, antimanchas, antiedad), hasta usos de tipo sensorial y lúdico, como proporcionan las envolturas de tipo Spa.
Si se usan como cosméticos de mantenimiento pueden resultar muy útiles para quienes no poseen o no desean mantener una rutina diaria de belleza y cuidado -a base de tónicos, cremas o serums– y prefieran concentrarlo puntualmente en un solo día a la semana.
Usadas como cosméticos de corrección pueden resultar muy útiles para conseguir resultados flash en pocas sesiones, aunque sus efectos suelen ser menos permanentes en el tiempo que los obtenidos con cosméticos aplicados cotidianamente durante el mismo tiempo.
La oferta de mascarillas es ilimitada, por lo que a la hora de escoger la más adecuada, hay que tener claro que buscamos:
- Si buscamos comodidad de uso, utilizaremos las mascarillas peel-off. Estas permiten retirarlas sin tener que limpiar después, pero requieren de cierta habilidad o práctica a la hora de aplicarlas correctamente en la zona a tratar. Dentro de esta gama hay un sinfín de posibilidades, por ejemplo las que requieren preparación in-situ (alginatos, yeso, etc.) muy usadas en el campo profesional, o bien las que ya vienen preparadas sobre soporte físico (tejido sin tejer, colágeno liofilizado, biocelulosa, parche, plástico, etc.) más difundidas para uso particular.
- Si buscamos sensorialidad, usaremos mascarillas térmicas. Estas se caracterizan por aportar calor o frío a la zona tratada. Las mascarillas con efecto calor son muy habituales en los tratamientos corporales y se aplican con el fin de vasodilatar, relajar y descontracturar el cuerpo. No deben usarse en personas con desordenes vasculares. Por el contrario, las mascarillas efecto frío suelen ser muy indicadas para este tipo de trastornos estéticos leves, aplicándose en piernas cansadas, celulitis o bolsas palpebrales, como descongestivo y regulador de la permeabilidad y aspecto vascular.
- Si buscamos un mantenimiento básico (hidratación y nutrición), podemos usar cualquier formato de mascarilla, en especial las que tengan un elevado contenido en aceite y grasas, como las cremosas. En cualquier caso, evitaremos las mascarillas pastosas, puesto que suelen contener un elevado contenido en sustancias absorbentes (arcillas y otras cargas inertes) siendo estas las más indicadas para tratar las pieles con tendencia a los brillos y grasa.
- Si por el contrario estamos interesados en un uso correctivo específico, como anti-manchas, procuraremos asesorarnos de cuál es el producto especialmente formulado para ese fin dentro de la línea de productos que utilicemos habitualmente.
- Y si lo que buscamos es eficacia… ¿son más eficaces las mascarillas que una crema, un serum u otro formato convencional de cosmético? La eficacia de una mascarilla viene determinada en gran medida por: la concentración de activo, el excipiente (que facilita o dificulta la difusión del activo) y el tiempo/frecuencia de exposición. Como usuarios, de estos tres parámetros solo controlamos uno, el tiempo/frecuencia de exposición, y suele venir recomendado por el fabricante. Exceder o variar este tiempo puede ocasionar pedida de eficacia o incluso aumentar el riesgo de efectos secundarios indeseables.
Recordemos que junto a los principios activos, las mascarillas llevan conservantes, colorantes, perfumes u otras materias subsidiarias necesarias para garantizar la calidad y vida útil del producto. En general, la eficacia de una mascarilla dependerá de su fórmula, al igual que ocurre con los otros formatos de cosméticos.
¡Ahora ya estás lista para elegir la mascarilla que más se adapte a tus necesidades!
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