Ya sabemos lo que ocurre cuando las temperaturas bajan… ¡El organismo pierde fuelle! Y con él, la piel, que se resiente con la llegada del frío, el cambio horario, el descenso de horas de luz… Todo esto se traduce en una falta de luminosidad y elasticidad a la que podemos ponerle freno con una buena alimentación, un poco de ejercicio y tratamientos que nos aporten aquello que nuestra piel necesita. ¡Y que el otoño no nos pare!
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